Los ojos pueden reflejar no solo problemas visuales, sino también enfermedades sistémicas como la diabetes o la hipertensión. A través de un examen ocular, los especialistas pueden detectar patologías como el glaucoma, la degeneración macular o la retinopatía diabética en sus etapas iniciales, cuando el tratamiento es más efectivo.
Además, según la Academia Americana de Oftalmología, aproximadamente el 75% de los casos de ceguera prevenible podrían haberse evitado con revisiones periódicas y un tratamiento adecuado.
El desarrollo visual en los primeros años de vida es crucial. Se recomienda un primer examen ocular antes de los 3 años para descartar problemas como el estrabismo o la ambliopía (ojo vago). Luego, en la etapa escolar, es importante realizar controles periódicos para detectar defectos refractivos como la miopía, hipermetropía o astigmatismo, que pueden afectar el rendimiento académico.
Si no existen problemas visuales previos, se recomienda una revisión cada dos años. Sin embargo, las personas que usan gafas o lentes de contacto deben acudir anualmente para comprobar la graduación y descartar patologías asociadas.
Esta etapa marca el inicio de la presbicia (dificultad para enfocar objetos cercanos). Además, el riesgo de enfermedades como el glaucoma y la degeneración macular aumenta, por lo que se recomienda un chequeo oftalmológico cada uno o dos años.
Los adultos mayores deben realizar controles anuales, ya que son más propensos a padecer cataratas, glaucoma y otras afecciones que pueden comprometer su autonomía y calidad de vida.
Visión borrosa o pérdida repentina de la vista.
Destellos de luz, moscas volantes o sombras en la visión periférica.
Dolor ocular persistente o enrojecimiento intenso.
Sensibilidad extrema a la luz o dificultades para ver de noche.
Visión doble o distorsionada.
Estos pueden ser indicios de patologías graves que requieren atención inmediata para evitar consecuencias irreversibles.